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martes, 3 de abril de 2012

Que no sé cómo volví a pensar en esa tarde. En ese beso tonto, que tanto tiempo llevábamos buscando. En la historia que se escribió a partir de ese beso. En todas las tardes con ganas. En todas las mañanas con razones para comerse el mundo. Que no hay día que no me acuerde de esa playa, de los besos al atardecer, de tu forma de mirarme, de tu sudadera azul, de tu camiseta verde, de tus palabras.
Tú me enseñaste que el mayor lujo es poder vivir mi vida con quien yo elija.Tú me enseñaste a ver el mundo con tus ojos, y yo ni siquiera logré enseñarte el mío, tal vez porque mi mundo tiene muy poco que ver con el tuyo.
Tal vez algún día pueda enseñarte que cuando uno no tiene esperanzas siempre queda una esperanza, porque siempre pasa algo que no esperas que suceda alguna vez, por ejemplo tú, que no estabas en mis planes, ni en mis esperanzas, ni si quiera estabas donde se suponía que tenías que estar.
Te escribo en el puñado de palabras que nos separaron, en los quince segundos que tardé en leerlas, en todo el tiempo que me está costando asimilarlas

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